10 de noviembre de 2010

Pasaba por aquí...

En todas las películas hay protagonistas y personajes secundarios. Por algún motivo las vidas de los últimos son menos espectaculares y a menudo ni nos interesan. Pues bien, hace mucho que dejé de sentirme protagonista.

Interpretas miles de papeles: hijo, amigo, estudiante, vecino... y, casi sin notarlo, dejas de vivir tu vida para convertirte en la versión que los demás esperan de ti. De repente, un día, abres los ojos. Te das cuenta de que te has convertido en la pieza de reemplazo: estás ahí cuando te necesitan, pero te olvidan cuando dejas de ser indispensable. Eso sí, debes mantener la compostura porque, si al cabo de un tiempo vuelven a precisar de tu ayuda, tienes que brillar como siempre.

Normalmente te requieren para compensar una pérdida. Esos son los momentos más duros: das tu apoyo, y realmente lo haces de forma desinteresada. Pero cuando vuelves a casa, solo, no puedes dejar de repetirte lo que, en el fondo, sabes que piensas: "¿Lloras porque has perdido? Yo te envidio porque lo has tenido."

Supongo que sólo (sí, con tilde) he tenido un mal día.

(Let music fill your life...)

No hay comentarios: