Uno de los recuerdos más claros que tengo de mi infancia corresponde al día en que morí. Mejor dicho, recuerdo claramente el momento en el que me di cuenta de que estaba muerta. Iba camino del colegio, con mi jersey azul marino y mi falda de tablas gris, tal y como estipulaba el uniforme. Por aquel entonces ya tenía la costumbre de mirar las esquelas en la calle. En el pueblo en el que 'vivo' (si es que se puede llamar así a esta especie de existencia post-mórtem que protagonizo) aún hay personas que se dedican a pegar en las paredes de las calles las esquelas con los nombres de los fallecidos de cada día. Desde siempre tengo por costumbre detenerme a leer sus nombres y edades, aunque por suerte casi nunca corresponden a nadie conocido.
Sin embargo aquella mañana un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando al mirar los carteles como de costumbre, encontré mi nombre escrito en uno de ellos. Ahí estaba, con letras solemnes de color oscuro, informándome del fin de mi existencia.
Con cuidado de que nadie me viera, arranqué el papel y lo guardé rápidamente en mi carpeta. Al principio no comprendía muy bien cómo podía haberme ocurrido. Estuve toda la mañana ensimismada, sin prestar atención en clase, visualizando una y otra vez mi nombre escrito en aquella hoja. Supongo que al fin y al cabo es normal sentirse un poco extraño justo después de morir.
Al llegar a casa tras la clase tomé la que hasta hoy ha sido la decisión más importante de mi vida (¿o debería decir post-vida?): de ahí en adelante trataría de ocultar mi 'estado' al resto de las personas que me rodean. Al fin y al cabo, si en el colegio nadie se había dado cuenta, quizás también lograría ocultarlo en casa. Mi madre fue la más difícil de convencer. Los primeros días no hacía más que decirme "Hija, estás muy pálida, ¿te pasa algo?" Incluso se ofreció a llevarme al médico. Por suerte fui capaz de disuadirla. Estoy segura de que jamás habría podido mantener mi engaño si el doctor hubiera tratado de medirme la temperatura o tomarme el pulso.
Con el paso de los años he perfeccionado mi actuación, y creo que a día de hoy nadie sería capaz de darse cuenta de la verdad. He aprendido a tomar alimentos, aun sabiendo que en mí no tienen ningún efecto. Del mismo modo, he acostumbrado a mi cuerpo a llevar a cabo el resto de las necesidades fisiológicas. Así evito el riesgo de sospecha.
Por supuesto, sigo manteniendo mi esquela a buen recaudo, por si algún día me decido a contar la verdad, para que conste como prueba. Tan sólo una vez compartí mi secreto con un antiguo novio. Al principio se rió, argumentando que era una casualidad. Pero ante mi insistencia se puso mucho más serio. Me dejó poco después. Supongo que a nadie le agrada la idea de compartir su vida con un no-vivo. La gente aún no está preparada para ello.
Ni que decir tiene que religiosamente sigo mirando las esquelas cada mañana, justo al salir de casa. Tengo la esperanza de toparme con el nombre de algún conocido. De ese modo, si me encuentro después con esa persona, sabré que no soy la única en esta situación. Por desgracia, aún no se ha dado el caso.
Tal vez estoy destinada a ser el único alma no-viviente sobre la faz de la tierra, aguardando con esperanza una especie de segunda muerte que me permita descansar en paz, tal y como me corresponde. Mientras tanto, seguiré con el engaño.
(Let music fill your life)
6 comentarios:
Me encanta, sigue así Isa
:O
...im...presionante!
Vaya, muchas gracias a los dos!
Recién acabo de comer y me froto los ojos, diría que he tenido un sueño, que Morfeo me ha regalado una historia... el relato de un secreto que no puede ser revelado.
Pero resulta que no, no es un sueño, este relato existe, atrapa sin contemplaciones, es breve, ligero, misterioso y original, con personalidad y fuerza.
Mi más sinciera enhorabuena. Me ha encantado.
Marcos.
Muchísimas gracias, Marcos.
A veces la inspiración viene en un autobús casi vacío camino de Córdoba en pleno Junio... Cosas que pasan, jaja.
No esta nada mal. Este texto me recuerda mucho a una serie flash de Internet que me encanta, Lenore, ¿te suena? No sé, también me recuerda a algún que otro relato, quizás esté demasiado rodeada de muerte...
Un besillo, you know who I am...
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